Conflicto ruso-ucraniano

El 24 de febrero de 2022, el mundo entró en una nueva era. La agresión premeditada de Rusia contra Ucrania ha provocado una guerra entre dos miembros fundadores de las Naciones Unidas, dos Estados participantes de la OSCE, dos Estados miembros del Consejo de Europa y dos partes del Convenio Europeo de Derechos Humanos.

Esta guerra fratricida es una violación de los principios del orden internacional establecido en 1945, empezando por la prohibición del uso de la fuerza contra la igualdad soberana, la independencia política y la integridad territorial de otro Estado, y el principio de la solución pacífica de las controversias. Pero también es un desafío a los fundamentos de la justicia y la paz en el mundo «cuyo mantenimiento depende esencialmente de un sistema político auténticamente democrático (y) de la comprensión y la observancia comunes de los derechos humanos», como se afirma en el Preámbulo del Convenio Europeo de Derechos Humanos de 1950. La escalada militar, con riesgo de llegar a extremos, ya está teniendo consecuencias muy graves, con sus violaciones del derecho internacional humanitario y crímenes de guerra, e incluso crímenes contra la humanidad, mientras que la población civil y los desplazados están pagando un precio muy alto. Siguiendo el ejemplo de la Asamblea General de Naciones Unidas, con su resolución del 2 de marzo de 2022, y del Consejo de Europa, con la decisión del Comité de Ministros del mismo día, así como del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que acaba de pronunciarse sobre medidas cautelares, las organizaciones internacionales han reaccionado con firmeza para denunciar la agresión armada, pedir un alto el fuego inmediato y facilitar el acceso de la ayuda humanitaria. También se ha remitido el asunto a la Corte Internacional de Justicia y a la Corte Penal Internacional. Numerosos actores de la sociedad civil se han movilizado para mostrar su solidaridad con el pueblo ucraniano y organizar la acogida de refugiados en la Unión Europea. Por su parte, la Fundación René Cassin debe reafirmar que una paz duradera sólo puede establecerse sobre la base del respeto del derecho de los pueblos a la autodeterminación y de la garantía de los derechos humanos para todos. Éste es el sentido profundo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Más que nunca, la misión de la Fundación René Cassin es recordar «que la ignorancia y el desprecio de los derechos humanos han conducido a actos de barbarie que han ultrajado la conciencia de la humanidad, y que el advenimiento de un mundo en el que los seres humanos disfruten de la libertad de expresión y de creencias y estén libres del temor y de la miseria ha sido proclamado como la aspiración más elevada del pueblo llano». En plena Guerra Fría, la generación de René Cassin afirmó este ideal de la comunidad internacional con determinación, lucidez y valentía, al término de dos guerras mundiales. El reto de nuestras generaciones es mantenerlo vivo, en Europa y en todo el mundo, mediante la educación y la formación en derechos humanos, poniendo el derecho al servicio de la paz.

Emmanuel DECAUX
Presidente de la Fundación René Cassin
Instituto Internacional de Derechos Humanos

Sébastien TOUZÉ
Director de la Fundación René Cassin
Instituto Internacional de Derechos Humanos